HAY OTRO MUNDO EXACTAMENTE AQUÍ MISMO


No debía tener más de diez años. Mi casa daba a un cementerio. No era como en las películas baratas de terror, mi familia no se pudo pagar una casa mejor. Mi padre levantaba cargas con una grúa en el puerto y mi madre limpiaba casas.

Los funerales a veces se celebraban bajo la lluvia. Mi madre decía que cuando llueve el alma de los muertos va más rápidamente hacia el cielo.

Una vez vi cómo se excavaba un agujero para meter el ataúd. Sé que hay una palabra técnica para eso.

Había una mujer dando vueltas por allí, no se decidía a irse, ni a acercarse. Como aquella chica que comentan que tuvo un accidente de coche y herida mortalmente en la cabeza se encontró a un autoestopista y le dijo cosas de su vida de las que ni él mismo se acordaba.

 

Cuando era adolescente, a cada uno le da por una cosa, a mí me dio por tatuarme las piernas. Si me bajara los pantalones podrías comprobarlo. Luego me fui a estudiar arte a Tokio, con una beca, y me metí en el mundo del boxeo, miserable y rastrero, pero me atrae.

No tuve muchos amigos, no me adapto a las modas, y sólo me puedes considerar rebelde en el sentido de que no sigo la corriente ni represento ni potencio el sueño americano. Vivo al margen de lo que muchos consideran la vida real.

Uno de mis pocos amigos, cuando estaba realmente deprimido, iba un motel de carretera, donde todo parecía un puente entre pasado y futuro, donde parecía que se podían cambiar las cosas. Siempre me decía que nunca fue tan feliz como cuanto tenía su chica y su pistola.

Se suicidó en el hotel de una carretera solitaria, pensando en las despedidas suaves y en los paseos lentos bajo la lluvia.

 

SONIK DRAWER 2017

 

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